Exposición "La rambla de Cuba: una calle para la metrópolis económica palmera"

Exposición «La rambla de Cuba: una calle para la metrópolis económica palmera», la inauguración será el viernes 15 de Febrero a las 20:00 horas. También tendrá lugar la Conferencia La cuidadora de pavos: Fábrica de chocolate La Mascota. A cargo de D. Antonio Javier González Díaz, ingeniero técnico agrícola, licenciado en Ciencias Ambientales y colaborador de la Academia Canaria de la Lengua.

Horario de la exposición: De lunes a viernes, de 10:00 a 21:00 h. Sábados, de 10:00 a 13:00 h.

«Seguramente, los lazos de mutuo afecto existentes entre Cuba y La Palma se estrecharán con la prueba de afecto significada en el nombre dado a la que será con el tiempo una de nuestras más bonitas vías de comunicación».

«Germinal: órgano del Partido Republicano» (5 de mayo de 1906).

  
 
Del Caribe a Canarias: plantas ornamentales y urbanismo

Un capítulo destacado de los vegetales llegados desde América hasta La Palma es el vastísimo conjunto de plantas ornamentales destinadas a la decoración de las ciudades. En aceras y ramblas o en parques y plazas, sin olvidar parterres, fuentes, portadas y patios, diferentes especies arbóreas del continente americano han embellecido muchos lugares de Santa Cruz de La Palma, documentándose las primeras noticias de esta costumbre a partir del siglo XIX.

Entre los proyectos particulares de ajardinamiento más ambiciosos llevados a cabo en la isla se encuentra el de la Hacienda de Bajamar (Breña Alta), propiedad de la familia Sotomayor. Primero el periodista natural de Burdeos José Anselmo Cosmelli y Monteverde, marido de Inés Sotomayor Fernández de la Peña, promovió allí el cultivo de nopales para la cría de cochinilla, que en las temporadas más altas llegaría a producir hasta 500 quintales de grana. Paralelamente, su hijo, el militar y escritor Francisco Cosmelli y Sotomayor (1863-1925), nutrió la finca con toda clase de flores, arbustos, árboles frutales y ornamentales dispuestos en un laberinto de senderos pavimentados con guijarros, que fue descrito por la fotógrafa británica Olivia Stone en su viaje a La Palma en octubre de 1883: «Una exuberancia salvaje prevalece por doquier —confiesa la autora— y numerosas plantas conocidas y desconocidas compiten unas con otras en convertir este lugar encantado en un Jardín del Edén». Araucarias de la Patagonia chilena y argentina, palmeras reales de Cuba, washingtonias del noroeste de México, pitangas de Guyana, magnolios de Norteamérica o las sagradas ceibas centroamericanas siguen poblando este extraordinario vergel tropical.

La palmera real cubana

Por su gran altura, su elegancia y su fácil cultivo, la «palmera real» o «Roystonea regia», natural de Cuba, aunque también de algunas regiones de México, Belice, Honduras, sur de la Florida, las Bahamas y las islas Caimán, constituye una de las especies de uso ornamental más extendidas por todo el mundo, en especial en países del área intertropical. En Cuba cuenta con gran distribución a través de bosques salvajes en el llano y en zonas montañosas fértiles y húmedas, así como en avenidas urbanas; su porte, que facilita su visión desde la lejanía, ha propiciado su uso para la delimitación de caminos y su reconocimiento como árbol nacional.

En Santa Cruz de La Palma, durante la segunda mitad del siglo XIX, la palmera real llegó a convertirse en un auténtico símbolo de identidad para espacios públicos tan emblemáticos y transitados como la plaza principal; los ejemplares más antiguos conocidos de este entorno fueron donados a principios de mayo de 1888, coincidiendo con las fiestas de la Santa Cruz, por los hermanos Antonio y Juana Lugo-Viña.

A la palmera dedicó el poeta y escritor Pedro Poggio Álvarez (1863-1929) un fragmento de su discurso «El hombre ante el progreso», pronunciado en 1879 en el seno de la Sociedad Instructiva La Unión: «la orgullosa palmera descuella en medio de las soledades y tiende su ramaje, elevándose como un espíritu curioso que quiere averiguar los secretos del vacío».

La rambla de Cuba

Desaparecida ya del paisaje de Santa Cruz de La Palma, la antigua «calle de las Palmas» (actual avenida El Puente desde la calle Pérez Volcán hacia el poniente) debía su nombre a las palmeras reales que decoraban su vertiente norte, hacia La Recova, retratadas por el pintor madrileño Ubaldo Bordanova Moreno (1866-1909) en un óleo de 1897. Conocida también como «calle del Mercado», no fue hasta marzo de 1906 cuando cambió su denominación por la de «rambla de Cuba».

La iniciativa partió de un grupo de palmeros emigrados a la isla caribeña, «metrópolis económica de La Palma», encabezados por el escritor y periodista aridanense Luis Felipe Gómez Wangüemert (1862-1942). Coincidiendo así con la visita del rey Alfonso XIII a Canarias, verificada sólo unas semanas antes, el 26 de abril de 1906 los promotores presentan su propuesta; en ella argumentaron: 1) la importancia de la emigración palmera a Cuba para el sostenimiento de los establecimientos benéficos de la isla; 2) la siempre afectuosa acogida de los cubanos; 3) el hecho de que fuesen los emigrantes palmeros quienes promovieran la designación de una calle del municipio de Consolación del Norte (Pinar del Río) con el nombre de «La Palma»; y 4) la larga trayectoria que unía desde hacía siglos a La Palma con Cuba.

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Atendida la petición, en sesión de 5 de mayo siguiente, la Corporación Municipal aprobó el nuevo nombre «considerando atendibles las razones de vínculos de raza e idioma, relaciones comerciales que ligan a la isla de La Palma con la de Cuba y demás consideraciones». Enseguida, la prensa local y cubana se hizo eco de la noticia. En La Palma, el periódico «Germinal» destacó: «nadie entre nosotros ignora que es inmensa la deuda de gratitud del pueblo palmero para con el cubano, que recibe cariñosamente a los hermanos nuestros que a América van en busca de fortuna y compra nuestros productos industriales y agrícolas». El 20 de mayo fue colocado el nuevo cartel con el nombre de «Cuba».

Algunos años más tarde, en 1924, cubierta ya buena parte del antiguo cauce del barranco de Dolores, otra petición suscrita por varios vecinos, con el abogado José López Martín Romero (1893-1944) al frente, solicita al Ayuntamiento la extensión de la denominación de «rambla de Cuba» a la calle Cincuenta y Siete (paralela a aquélla por el sur) y al tramo comprendido entre las calles Pérez de Brito y Álvarez de Abreu, todavía sin nombre oficial.

El Mercado, icono arquitectónico

Los inmuebles que componían la rambla de Cuba tenían su entrada principal por las calles adyacentes: Álvarez de Abreu, Pérez de Brito, Pérez Volcán y Cabrera Pinto (transversales hacia el sur y el norte) y Cabrera Pinto (paralela por el norte) y Díaz Pimienta (paralela por el sur). Ello explica que el nombre no aparezca en los padrones municipales, por ejemplo, en el de 1924, elaborado veinte años después de haberse aprobado el primer cambio de denominación.

La única excepción a esta regla fue el Mercado Municipal de Abastos, diseñado de acuerdo al proyecto firmado en 1886 por el maestro de obras palmero Felipe de Paz Pérez (1848-1931). De estilo clasicista y líneas académicas, el inmueble resultante, de gran elegancia, tuvo que adaptarse a la planta irregular de la antigua casa del Hospital de Dolores, fundado en 1514, sobre cuyo solar se levantó el nuevo edificio. La planta se articula a través de un patio central a cuyos lados se sitúan varias lonjas o accesorias independientes, algunas de las cuales cuentan con comunicación directa hacia la calle. La cubierta se soluciona con un lucernario que permite el acceso de la luz desde el exterior.

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Además de algunas otras variaciones (como el tipo de balaustrada del remate o el escudo central, del que carece el edificio definitivo), en el proyecto original se aprecian, a los extremos de la fachada principal, sendos nichos reservados a la contención de una imagen de la mitología grecolatina. En el de la izquierda, se distingue la figuración clásica de Ceres, diosa griega de la Tierra, hija de Saturno y Ops, hermana y esposa de Júpiter, y hermana de Juno, abogada de la agricultura, las cosechas y la fecundidad y, por consiguiente, de las mieses. Se la representa aquí joven, coronada de espigas, con una hoz en la mano izquierda y un manojo de trigo en la diestra.

En el nicho de la derecha, se nos muestra a Hermes, dios olímpico mensajero, protector de las fronteras y los viajeros que las cruzan, de los pastores y las vacadas, de los oradores y el ingenio, de los literatos y poetas, del atletismo, de los pesos y medidas, de los inventos y del comercio en general. Hijo de Zeus y Maya, su riqueza simbólica despierta aquí el interés del autor de la fachada, que le sitúa, en tanto heraldo de los dioses, como promotor del intercambio social y del comercio entre los hombres; y, en tanto dios de los caminos, como protector de los viajeros.

De este modo, Felipe de Paz logra establecer una sintonía perfecta entre los elementos expuestos en el interior del inmueble (las mieses palmeras y/o importadas) y el oficio de comerciante que liga las transacciones realizadas por venteros, fruteros, carniceros y pescadores que lo habitan, sumando a ello el patrocinio y salvaguarda simbólicos que la cultura occidental atribuyó a ambas deidades.

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En el nicho destinado a Hermes se encuentra hoy una escultura de San Cristóbal, santo vinculado con el establecimiento de la primera parada de taxis de Santa Cruz de La Palma frente a la Plaza del Mercado, de cuya existencia ya tenemos noticia en los años ’20. La obra, costeada mediante suscripción popular, fue donada por el llamado Subgrupo de Automóviles del Servicio Público de Santa Cruz de La Palma, adscrito al Sindicato de Transportes, que le tenía por santo favorecedor. Fue entronizada el viernes 8 de agosto de 1958 y actuaron como padrinos Concepción de la Cruz de Paz y Domingo Pérez San Gil, «poseedores respectivamente del carnet de conductor más moderno y antiguo, este último, posiblemente de la provincia, pues fue expedido en 1920».

La imagen indiana de Selu Vega

«Desde que soy un ciudadano más de la Isla Bonita, si algo me ha cautivado hasta los extremos, es un día en particular, el lunes de Carnaval, en el que se celebran Los Indianos, una fiesta originaria de La Palma que recuerda la llegada en barco de los emigrantes que volvían de hacer las Américas. Con el tiempo ha derivado en una reunión de miles y miles de personas que se reencuentran con la alegría, el buen humor, el cariño y el compañerismo mutuo en la fiesta con más polvos de talco del mundo».

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Colabora
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